La tomografía es una herramienta fundamental en la medicina moderna, ya que permite obtener imágenes detalladas del interior del cuerpo humano a través de cortes o secciones transversales. Este estudio, también conocido como tomografía computarizada o TAC, utiliza rayos X y un sistema computarizado para generar reconstrucciones anatómicas en alta resolución. A diferencia de otros métodos como la radiografía convencional o el ultrasonido, la tomografía ofrece una visión más precisa de órganos, tejidos blandos, huesos y vasos sanguíneos.
El uso de la tomografía está indicado en múltiples contextos clínicos, tanto en situaciones de urgencia como en el seguimiento de enfermedades crónicas. Su valor diagnóstico radica en su capacidad para detectar lesiones pequeñas, localizar estructuras anatómicas con precisión y guiar procedimientos terapéuticos. A continuación se describen los principales escenarios en los que este estudio resulta necesario.
Evaluación de traumatismos y urgencias médicas
Una de las indicaciones más frecuentes de la tomografía es la atención de urgencias médicas, especialmente en pacientes politraumatizados. La tomografía permite detectar hemorragias internas, fracturas, lesiones cerebrales, daño torácico o abdominal y otras alteraciones que pueden poner en riesgo la vida del paciente.
En el contexto de un trauma craneoencefálico, la tomografía de cráneo es esencial para identificar hematomas, edema cerebral, fracturas de base de cráneo o signos de presión intracraneal elevada. Gracias a su rapidez, este estudio se realiza incluso en servicios de urgencias para tomar decisiones quirúrgicas inmediatas.
En pacientes con dolor abdominal agudo, la tomografía abdominal ayuda a identificar apendicitis, diverticulitis, perforaciones intestinales, obstrucciones, pancreatitis o abscesos. Asimismo, en el trauma torácico, permite visualizar contusiones pulmonares, hemotórax, neumotórax o lesiones vasculares.
Diagnóstico y estadificación del cáncer
La tomografía es una herramienta central en el diagnóstico oncológico. Se utiliza para detectar masas tumorales, determinar su tamaño, ubicación y relación con estructuras vecinas. También permite identificar metástasis en órganos como el pulmón, hígado, huesos o cerebro.
Una vez establecido el diagnóstico de cáncer, la tomografía sirve para realizar la estadificación clínica, es decir, definir la extensión del tumor y su diseminación. Este paso es clave para seleccionar el tratamiento más adecuado, ya sea quirúrgico, quimioterápico o radioterapéutico.
Durante el tratamiento oncológico, las tomografías sucesivas permiten valorar la respuesta del paciente a las terapias indicadas. También se utilizan en los controles posteriores para descartar recurrencias o nuevas lesiones.
Estudio de enfermedades neurológicas
En neurología, la tomografía de cráneo es indispensable para el estudio de diversas condiciones que afectan el sistema nervioso central. Se solicita en casos de accidente cerebrovascular, tanto isquémico como hemorrágico, para determinar la localización y extensión del evento.
Asimismo, es útil en la detección de tumores cerebrales, hidrocefalia, abscesos, infecciones como encefalitis, y malformaciones congénitas. En pacientes con crisis epilépticas, permite descartar lesiones estructurales responsables de la actividad anómala.
En situaciones de cefalea intensa de causa desconocida, alteraciones del estado de conciencia o síntomas neurológicos focales, la tomografía puede aportar información valiosa que oriente el diagnóstico diferencial.
Identificación de patologías torácicas y pulmonares
La tomografía de tórax permite observar con gran detalle los pulmones, el mediastino, la tráquea, los bronquios y los grandes vasos sanguíneos del tórax. Se recomienda en pacientes con síntomas respiratorios persistentes, tos crónica, hemoptisis o sospecha de nódulos pulmonares.
Es particularmente útil en la evaluación de enfermedades pulmonares intersticiales, fibrosis pulmonar, enfisema, tuberculosis o bronquiectasias. En oncología, ayuda a detectar tumores primarios, metástasis o ganglios linfáticos comprometidos.
En el ámbito cardiovascular, se utiliza la tomografía para observar aneurismas, disecciones aórticas, tromboembolismo pulmonar o anomalías vasculares. En combinación con medio de contraste, permite realizar angiotomografías para estudiar la anatomía de las arterias coronarias o cerebrales.
Control y seguimiento de enfermedades abdominales
La tomografía abdominal se indica en el estudio de múltiples patologías del aparato digestivo, sistema urinario y órganos sólidos como el hígado, el páncreas o los riñones. Su alta resolución permite detectar masas, inflamaciones, cálculos, quistes, trombosis venosas o alteraciones vasculares.
En pacientes con antecedentes de litiasis renal, la tomografía sin contraste permite localizar cálculos urinarios con gran precisión. También es clave en el diagnóstico de tumores hepáticos, pancreáticos o renales, así como en el seguimiento de enfermedades inflamatorias intestinales como la enfermedad de Crohn.
Cuando se requiere evaluar el sistema vascular abdominal, se realiza una tomografía contrastada para observar arterias, venas, aneurismas o trombosis.
Evaluación de patologías musculoesqueléticas
En ortopedia y traumatología, la tomografía es útil para estudiar fracturas complejas, lesiones articulares o alteraciones óseas que no se visualizan con claridad en radiografías. Su aplicación es frecuente en el estudio de lesiones de columna vertebral, pelvis, articulaciones del hombro, codo, muñeca, rodilla y tobillo.
Además, permite identificar tumores óseos, infecciones como osteomielitis y enfermedades degenerativas avanzadas. En cirugía ortopédica, se utiliza para planificar procedimientos complejos y valorar la integración de prótesis o implantes.
Guía para procedimientos intervencionistas
Otro uso relevante de la tomografía es su aplicación como guía para procedimientos mínimamente invasivos. Durante biopsias percutáneas, drenajes de abscesos, colocación de catéteres o tratamientos guiados por imagen, este estudio permite una localización precisa del área de interés.
La guía tomográfica reduce el riesgo de complicaciones, mejora la precisión del procedimiento y evita cirugías más agresivas en muchos casos.
Uso de tomografía en pediatría y ginecología
En pediatría, aunque se prefiere evitar la exposición a radiación, la tomografía se utiliza en casos seleccionados cuando otros métodos no ofrecen información suficiente. Se recomienda en traumatismos, malformaciones congénitas, enfermedades oncológicas infantiles y patologías torácicas o abdominales que requieren evaluación urgente.
En ginecología y obstetricia, la tomografía tiene un uso limitado, pero puede ser útil en casos de masas pélvicas de difícil caracterización, endometriosis extensa, o para valorar la extensión de tumores ginecológicos. Su empleo durante el embarazo está restringido y solo se indica cuando el beneficio supera los riesgos potenciales.
En la actualidad, la mayoría de los protocolos médicos de prevención incluyen evaluaciones generales como estudios de sangre, orina, pruebas de colesterol, glucosa y presión arterial. Sin embargo, la prueba de VIH no siempre se considera parte del chequeo médico de rutina, a menos que el paciente pertenezca a un grupo de riesgo o lo solicite expresamente.

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